Si había que imaginar a este grupo de efervescentes
escritores neoyorkinos de los años cincuenta, la puesta creada por Osvaldo
Laport es la que siempre querríamos ver. Sofisticada, artística, bohemia y
representativa de la época, con todos los recursos puestos para que su sello
estético luzca de la mejor manera. Vestuario preciso, iluminación exacta y la textura
de los objetos escenográficos y la gestualidad de sus integrantes, calcados.
Todo nos lleva a la concentración, salvo un aspecto técnico que es el sonido,
aún no resuelto, en la inmensidad del bello teatro Lude.
Sorprende Laport con este grupo que rápidamente nos lleva a
los impresentables de “Trainspotting”. Sin embargo, estos seis exquisitos e
intrépidos intelectuales, más allá de sus deformidades juveniles, respiran y
viven arte. Tendrán sus miserias, pero sus aciertos son trascendentales. Todos
ellos, en la vida real, conocidos actores, un mix entre los surgidos de la
televisión y los propietarios del off. Así, sobresalen por igual los seis.
Nahuel Mutti como Allen Ginsberg, Sebastián Franccini como Lucien Carr, Martín
Urbaneja como David Kammerer, Rodrigo Esmella como William Burroughs, Alejo
Ortiz como Jack Kerouac y la única dama, Florencia Prada como Joan Vollmer.
De los mencionados, aunque el nivel es homogéneo y
contundente, sorprende la intensidad escénica de Alejo Ortiz, la fuerza de
Sebastián Franccini y la sensualidad, baile y distinción de Florencia Prada. El
toque musical se lo da Matías D´angelo con su saxo en vivo, como punto fuerte;
mientras que los gestos inherentes de Nahuel Mutti en su aproximación a Fito
Páez, confunden. En más de un momento, pareciera estar en escena el autor de
“El amor después del amor”.
Presentado el marco temporal, la obra cuenta las desventuras
de los fundadores de la Generación Beat. Una historia real sobre periodistas,
escritores, músicos y poetas, que marcaron y pavimentaron el camino de apertura
a toda una franja etaria de intelectuales, no sólo en Estados Unidos, sino
también de otros países. Esas ansias de cambiar el mundo desde su papel y
lápiz, contando en prosa lo mal que camina el mundo según sus pareceres.
Diálogos que interpelan a la esclavitud, que muestran la
opresión por las necesidades y que realzan el valor de la vida y el no miedo a
la muerte. Pero por sobre todo, sus seis integrantes, resaltan la necesidad de
la libertad. De la libertad sexual, del consumo de drogas y de la expresión. De
darle vida a las ideas y propagarlas con sus escritos. Entre ellos, la energía
se hace fuego, mientras creen que el mundo le es adverso con el imperialismo
como principal enemigo.
“Beatnik” es una interesante propuesta artística, preocupada
hasta en el más mínimo detalle, para que cada segundo sea un fotograma de esas
películas de cine negro que representan al Hollywood más turbio y decadente.
Seis actores bien orientados por el excelente y puntual trabajo de su director
Osvaldo Laport, por sobre el refinado libro de Francisco Scarponi.
Por Mariano Casas Di Nardo
No hay comentarios:
Publicar un comentario