sábado, 30 de agosto de 2014

“El crédito”



Lo mejor de “El crédito” es su nombre, el cual no nos adelanta absolutamente nada. Ni su género ni su historia. Y eso, para quienes se dejan llevar por la calidad de sus protagonistas, es ideal. Porque de una obra dirigida por Daniel Veronese y con un elenco conformado por Jorge Marrale y Jorge Suárez, no puede resultar otra cosa que algo bueno. Muy bueno en esta ocasión.

Si el teatro es un acto de fe, como dicen muchos; esta obra merece hasta una peregrinación. Porque la presencia escénica de esta dupla es impecable. Dinamismo puro en escenas cronometradas que parecieran no tener ni una respiración de más. Van, vienen, vuelven y comienzan a ir en cada momento. Una estructura en teatro muy conocida pero pocas veces lograda.

Jorge Marrale es Gregorio, gerente de un banco al que acude Antonio (Jorge Suárez) para pedir un crédito. Y como el cliente no cuenta con ningún aval legal, más que su palabra de honor, recurre a su verborragia y autoestima para encolerizar al hombre que para ese entonces ya no sabemos si es su amigo, enemigo o confidente.

“La profecía autocumplida” podría titularse esta crítica, como también “dos inmensos actores al unísono sobre un mismo escenario”. Porque “El crédito” es eso y mucho más. Todo lo no contado en este texto, es obligación conocerlo y disfrutarlo en persona. Una obra de teatro rasa, bien dirigida, mejor actuada, con puntos de giros constantes, que nos desconciertan por momentos y por otros nos confirman que todas sus piezas son las correctas. Arte en movimiento puro. Del mejor.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo

martes, 26 de agosto de 2014

“El mar de otras tierras”



Irrumpe Melinda en su gótica belleza: “Al hombre para conquistarlo hay que llenarlo de dudas, ninguna certeza”. Y cuánta razón tiene. Del otro lado del corazón, emerge la figura del sabio Nenucho: “A la mujer para enamorarla hay que acorralarla, no dejarla pensar”. Dos vertientes opuestas pero que intentan lo mismo, acercar al ser deseado.

No es una historia de amor la que cuenta “El mar de otras tierras”, pero sí toma mucho de sus elementos para mostrarnos las vidas de dos bailarines de tango que van a realizar su función, con sus pesares a cuesta. Tristezas e insatisfacciones que dejan en sus camarines y que esconden cuando el 2x4 se apodera de sus cuerpos. Todo en una ciudad vencida, caída por la desesperanza de todas las almas solitarias que la habitan, que juntas, hacen una mueca de unión, tan efímera, como la misma felicidad.

El bandoneón en vivo de Nicolás Ponce potencia todo. Los diálogos con su banda sonora, vuelan; las reflexiones de sus protagonistas con sus lamentos, son dagas en las almas de los espectadores y los lentos movimientos de Melinda y Nenucho bajo su melodía, son diapositivas apagadas de fotografías que podrían haber sido eternas. Acierto de Germán Salvatierra, quien pone todos los recursos del mejor teatro, para no dar ningún paso en falso. La luz de Inés Palombo y la locuacidad de Rafael Walger, como titiritero, elevan aún más la puesta. Habría que aclarar, que estamos en Palermo, en la sala Tadrón, pero bien podríamos estar en un corto de Tim Burton.

Allí están ellos dos, peleando con sus respectivas conciencias, sumergidos en una profunda soledad que solo desaparece cuando el tango en su pista, los une. Solo la melodía de arrabal los desempolva de sus reiteradas reflexiones existenciales. La mujer que quiere la luna, el hombre que se desgasta por conseguírsela y un viaje hacia ella, que termina en un soporífero malestar. Inconformismo por un lado, desgaste por el otro, y caminos perpendiculares y cíclicos que solo se rozan en ya sabemos dónde.

La obra se luce desde sí misma, más el agregado de sus dos intempestivos protagonistas. Brillan en la negra oscuridad que proponen. Por una lado, la soberbia Inés Palombo transformando una pequeña historia en algo inmenso y por el otro, la precisa intervención de su autor, director y protagonista en cada una de sus áreas. Sumado a todo esto, un adecuado vestuario, mejor fotografía y una escenografía ideal para generar todas las sensaciones que teoriza el texto.

Como esos psicólogos que te esclarecen el mundo o te hunden en las peores de las depresiones con sus conclusiones, eso hace Germán Salvatierra con “El mar de otras tierras”. Un tajo al ser humano para que salga lo que estaba en ebullición, ya sea felicidad o tristeza. 

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo

lunes, 25 de agosto de 2014

“Tan Brutas”


Si por esos milagros de la vida, Pedro Almodóvar llegara a ver la obra de Fabio Golpe, a los dos minutos de comenzada la función, pediría suspenderla, se tiraría encima de la escenografía para que no quedaran rastros, lo encararía a su creador y le suplicaría por sus derechos de autor con un cheque en blanco. Porque ya con ciento veinte segundos de acción, uno ya sabe cuál es la estética, el humor, negro por supuesto; y el andar. Es que el director manchego lo quisiera todo para él, no soportaría saber que con su código, alguien triunfara de tal forma.

Ácido como pocos dentro de la escena under porteña, Fabio Golpe propone una comedia chocante. Su título decadente y su gráfica estridente, nos incitan a padecer con ganas una historia a priori, delicadamente torpe. Porque las miradas de esas tres mujeres asumen un presente patético pero incluso, atractivo. Queremos saber por qué se denominan brutas, queremos sentir con qué nos conquistan primero y por qué después las odiaremos. Queremos oler sus rasgos apolillados, predecir sus ronroneos desacertados y después sí,  dejarlas en el olvido. Porque en esos gestos hay culpas, muchas, por no decir todas.

Sin embargo, existen cuestiones que escapan a la dramaturgia, a la dirección y al casi todo. Que Marienn Perseo integre un elenco de teatro, ya nos obliga a ir. Sus actuaciones valen una, dos y hasta muchas entradas. Nunca decepciona y la empatía con el público, la genera en su primera aparición. Ella es Susana. Y consumada la obra, sumamos a esa descripción a María Laura Rojas, quien como Raquel, una pseudo inválida, brilla. Claro, uno supone que bajo el ala de su autor y director Fabio Golpe, cualquiera podría hacerlo; pero sus gestos, sus no dichos y miradas, son inherentes a su impronta actoral. Cierra este trinomio perfecto, el mencionado Golpe, quien como Nora, hace un culto de esas mujeres desquiciadas. Sus urticantes movimientos, sus reiterativos tics y sus fantasmagóricas posturas, lo posicionarían para una posible remake de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.

La historia trata sobre tres amigas que intentan un macabro plan, matar a sus maridos. Para tal momento, el más perverso y obvio de los escenarios: la hora del té, con una mesita odiosamente decorada, unos scons de dudosa elaboración y un ritual de vestir a un maniqui para consumar el asesinato. Si por detrás de la escena, aparecería Carmen Maura, nadie se sorprendería, porque la amalgama de colores, las formas y los modos, nos llevan por momentos a “Los abrazos rotos” y “La piel que habito”, entre otras tantas. “Que termine ya” piensa uno por dentro, porque la ansiedad apura y el destino de esas tres repelentes mujeres, nos desvela.

“Tan brutas” es arte puro en escasos cincuenta minutos. El resumen del mejor y más irritante teatro. Contundente. Irascible, divertido, penetrante y alienado. Un lujo del off porteño.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo

viernes, 1 de agosto de 2014

"Lácudra, el vampiro"



Bajo una estética cinematográfica y personajes a priori nada amigables para la platea infantil, la obra se propone como un interesante enigma para esos padres que disfrutan de llevar a sus hijos al teatro. Tenemos la certeza que es ideal para chicos de entre cinco y doce años, pero la sospecha de que en cualquier momento uno debe abandonar la sala, revuela la escena. Porque se trata de la icónica historia de Drácula del irlandés Bram Stoker y porque una vez adentro, la escenografía da miedo. 

Ambientado y musicalizado a la perfección, la obra inicia y todos los prejuicios se derrumban con la misma intensidad con que los actores entran en escena. “Teatro adulto para chicos”, sería la descripción exacta. Actores que cumplen de manera correcta con sus roles, que se conectan con la platea infantil a través de sus actuaciones y no de pantomimas ni ridiculizaciones. Dejando en claro que cuando al niño se le ofrece arte del bueno, lo disfruta. 

Escrita y dirigida por Cristian Vélez, la obra cuenta la historia del señor Jonathan Washington Sánchez, quien va al castillo del conde Vladimir Lácudra para negociar unas propiedades. Cuestión que queda en la nada, cuando el anfitrión confiesa su amor por Mina, la prometida de nuestro intrépido héroe. Cual satélite de nuestros dos protagonistas, se encuentra Chico, un secuaz peón sirviente que nunca sabremos para qué lado juega. Lucila, la amiga de la mujer en disputa, termina de cerrar un prometedor quinteto.

Con actuaciones homogéneas, canciones amigables, títeres del teatro negro y un final que deja un interesante mensaje, “Lácudra, el vampiro” se convierte en una muy entretenida propuesta para que disfruten tanto los niños como los padres, entendiendo que se puede cautivar al público infantil de la misma forma que al adulto, con historias creíbles, caracterizaciones reales y personajes atractivos. Recomendable para toda la familia.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo