sábado, 1 de agosto de 2015

"Sr. Imaginación"

Un infantil dedicado a los adultos suena extraño, pero llevado a cabo con precisión y sabiduría, puede resultar interesante. Una propuesta para que los padres que rondan los cuarenta años, puedan divertirse con sus hijos. Y esto es lo que logró su autor Pablo Gorlero con la obra “Sr. Imaginación” –Canciones para cantar con mamá y papá-. Las versiones de los Pipo Pescador, Julieta Magaña, Gaby, Fofó y Miliki, Carlitos Balá y Xuxa, enmarcadas en un contexto que hace que no sepa a añejo y que pueda ser divertido para todos. No es un baúl donde se sacan recuerdos vetustos sin sentido, apelando a la nostalgia obvia; sino una puesta con el código del infantil, para que disfruten todos. Pocas veces los padres nos divertimos en una obra para niños, y esta es una de ellas.

El acierto de su director, el mismo Gorlero, también reside en la materialización de la idea. Porque no deja la magia en las solas canciones, que ya cuentan con toda un aura de emotividad pesada, sino que trae a prestigiosos actores de la comedia musical, para que las ejecuten. Profesionales del baile y del canto, para interpretar a esos niños inquietos. Un lujo absoluto que Flor Benítez, Elis García y Magalí Sánchez Alleno, sean esas amigas que comienzan a revolver su habitación de juguetes descoloridos. Se suma, Pablo Graib, quien como Súper Kevin, equilibra la historia. Hay mucho de los 80, pero el súper héroe es claramente actual. Y entre un polo y el otro, Facundo Magrane, sorprende con un personaje fabulesco.

Haciendo hincapié en sus cinco protagonistas, escuchar canciones históricas en sus voces, es fusionar el recuerdo de una infancia pasada, con el talento que vemos actualmente en cualquiera de las multipremiadas comedias musicales que brillan en la Avenida Corrientes. Y sus coreografías precisas y modernas, demuestran que nunca se subestima nada. El tecnicismo de años de estudio, puesto a disposición de una obra infantil. Para aplaudir.

Inspirada en la canción “Señor imaginación” de Sergio Dantí, la obra termina siendo un todo que eleva la atención de grandes y chicos. Los primeros por revivir canciones que llevan consigo imágenes, olores y lugares; y los segundos, por disfrutar de lo que ellos reconocen y por ver a sus mayores entusiasmados. No son risas de unos y muecas de otros, sino una mancomunión de alegría familiar.

“Sr. Imaginación” es una perlita de teatro infantil, que se cuela entre tantos tanques comerciales, con la autoridad del ser genuino, artístico y entretenido. Tres factores que no siempre se articulan cuando el público es el más pequeño.

Por Mariano Casas Di Nardo

lunes, 22 de junio de 2015

"Sexo con extraños"

Disfrutar de la obra "Sexo con extraños" es saber por dónde pasa la vida hoy. Significa entender que el amor ya no se nutre de esas batallas épicas y paradigmáticas como las de Romeo y Julieta, como tampoco del acartonamiento del macho rústico de Rick Blaine, seduciendo a la indefensa Ilsa Lazlo con un cigarrillo y vistiendo sobretodo. Que una mujer descreída del hombre y sus falsas promesas de amor eterno, puede sucumbir ante la irreverencia de un adolescente petardeante. Y que la felicidad puede aumentar en sincronía con los seguidores de Twitter y los “me gusta” de Facebook. Esa es la vida hoy, aunque quiera negarse, y eso es lo que plasman a la perfección su autora Laura Eason (guionista de "House of Cards") en la teoría, y Diego Corán Oria, Guillermina Valdés y Gastón Soffritti, en la práctica.

Si en las matemáticas, el orden de los factores no altera el producto, en esta obra, se produce todo lo contrario. Porque el efecto dominó hace que todo sea preciso. Si Ethan Kane fuese un perdedor, jamás de los jamases podría llegar a conquistar a la excesivamente bella Olivia Lake, como si ella fuese una escritora consagrada, sus custodios evitarían que cualquier jovencito indomable, se le acercara a cien metros a la redonda. Pero se da todo lo contrario y así llegan a encontrarse. En un hotel abandonado no se sabe por qué, un gurú hace de Cupido tácito y ellos terminan por retroalimentarse.

"Sexo con extraños" es simplemente brillante porque están los que tienen que estar. Con otros protagonistas, no estaríamos seguros del mismo resultado. Guillermina Valdés rompe esa burbuja que la separó del mundo terrenal y se muestra tal cual es; y Gastón Soffritti confirma el axioma que hoy a los veintialgo se puede ser talentoso, emprendedor y exitoso. Claro, Diego Corán Oria ordena todo, pone un mismo tamiz y los potencia. Para aplaudir y volver a aplaudir.

Ethan Kane (Gastón Soffritti) es un blogger estrella como los hay tantos en la actualidad, con la diferencia que sabe que lo que hace es una basura. En las antípodas, se encuentra Olivia Lake (Guillermina Valdés), que se cree una basura, sabiendo que lo que escribe tiene calidad. Él maneja las redes sociales y la tecnología a la perfección, ella aún cree en los agentes literarios y el protocolo editorial. Y con estos dos perfiles, el encuentro se vuelve inevitable. Dos generaciones que en su primera instancia deben rasparse para luego sanarse las heridas. La excitación de Ethan es inherente al que sabe que está por conquistar a la mujer de sus sueños; si la deja pensar, la pierde. Y la parsimonia de Olivia es un textual de la mujer cansada de que le prometan el infinito como aduana para conseguir su cuerpo. Él es un torbellino y ella un alma gris y dormida. Y en ese desequilibrio actoral, reside la clave de todo.  

Definitivamente "Sexo con extraños" moviliza. Guillermina Valdés hipnotiza desde sus movimientos, belleza y desinterés; Soffritti sorprende porque lleva al máximo nivel de realidad a la generación de hoy, mientras que Diego Corán Oria confirma que es uno de los directores jóvenes más talentosos del teatro argentino. Un acierto la elección del libro y su realización. Ideal para indagar en esta actualidad que tal vez nos resulte ajena. 

Por Mariano Casas Di Nardo

domingo, 7 de junio de 2015

"UNA"

En “UNA”, Vanina Szlatyner nos propone un juego histérico y esquizofrénico al cual todos jugamos puertas adentro. Monólogos internos vestidos en diferentes personajes para dejar salir nuestros fantasmas más incorrectos en todos los sentidos. En un marco formal, serían bestias miserables, en esta locura que plantea su autora, que dirige el preciso Eduardo Bertoglio e interpreta la misma Szlatyner, criaturas adorables. Cuatros mujeres que con maquillaje y acidez, hacen lucir la deformidad.

En un escenario milimétricamente desordenado de cajas, en penumbras y abolido por el no tiempo y el sin lugar, una mujer en su estado más puro, desnuda y sin prejuicios, comienza a recrear sentimientos.  Cada rincón de esa órbita expectante, es un mundo, un dolor distinto, un amor que no se consumó. Y entre ellos interactúa la discriminación, la muerte, la infelicidad, la sexualidad en su peor expresión, el resentimiento y la dejadez. Ese deseo de vomitar las miserias para descansar en paz. “UNA” es una forma sutil y simpática, de decir las cosas que de otro modo, serían censurables.

Una teoría histórica hace referencia a la Síntesis. La misma sería la obra, la Tesis el libro original de Vanina Szlatyner, mientras la Antítesis la bajada a tierra de Eduardo Bergoglio. Se necesitan. Porque la brutalidad del texto, necesita la mirada de su director para que no nos choque. Y así disfrutamos de arte. Es arte sobre un escenario. En movimiento, orgánico; de esos que por momentos nos empuja y codea, para después acariciarnos. Si Szlatyner no actuara así, Bertoglio no estaría, como si su director no tuviera ese panorama teatral en su cabeza, Vanina no lo hubiese convocado. Una bola de nieve que se retroalimenta y termina de explotar en nuestra cabeza de espectador.

Nada es azar en “UNA”. Ni la cajita más chica que está al fondo, menos el vestuario, tampoco la iluminación o su música. Todo lleva a resaltar el concepto de estas mujeres. Su programa de mano, entregado en la previa, ya es un indicio. Porque sea teatro independiente, no escatima en calidad.
“UNA” también podría ser uno. Pensamientos oscuros que nos emparentan, aunque una esté dando el alma y el cuerpo en el escenario, y uno esté paralizado y atento, sentado a metros suyo.

Por Mariano Casas Di Nardo

lunes, 30 de marzo de 2015

"Princesas zombies"


Un renovado y cálido aplauso para el dramaturgo y director Leandro Montgomery, quien sabe qué ofrecerle a los más chicos y divertirlos por demás. Y aunque parezca simple, lleva consigo una gran complejidad. Sobre todo porque los más chicos no tiene filtros. Si les gusta, están atentos; si no les gusta, comienzan a aburrirse y a molestar. Con “Princesas zombies”, no solo entretiene sino que logra que toda la platea infantil quiera ser parte de la obra. Mientras Blancanieves, Rapunzel y Cenicienta hacen de las suyas, ellos anticipan el guión, advierten y comentan con los protagonistas. Sin duda, un acierto esta versión “terrorífica” de las heroínas de Disney.
                        
Si bien el espacio del teatro “Terraza Teatro Bar” del complejo La Plaza es diminuto, el minimalismo escénico con el que cuenta su director, sirve para lograr su cometido. Todos los espectadores desde el inicio ya entramos en la obra, por lo que metros más o metros menos, no hacen a la cuestión. La obra es ágil, veloz y si hubiese que medirla en rating, el minuto a minuto resultaría positivo.

La trama inicia con Blancanieves, Rapunzel y Cenicienta convertidas en zombies por el malvado Dr. Epidémicus (Ariel Blanco). Su objetivo es convertir a todo el mundo en zombie, para él poder dominarlo, ya que es el único que conserva la pócima para revertir sus efectos. El problema surge cuando aparece Elsa (la princesa que congela todo en “Frozen”), quien aún no cayó en sus garras. Y allí comienza a sucederse un sinfín de idas y vueltas.

Logrado vestuario (punto para Bárbara Lloves Millán), un mínimo de iluminación pero compleja e hipnotizante música original de Yair Hilal, para demostrar la deformidad que destilan las princesas en su lento y patético caminar.

En plena época donde el terror llegó a los consumidores más pequeños, con ídolo como “Plants Vs. Zombies” y “Monster High”, esta versión Clase B de Disney, es un completo éxito. Para ir con los más pequeños y divertirse en familia. Al final de la obra, como ya es un clásico de nuestra cartelera infantil, los protagonistas esperan para la foto de protocolo, que luego será facebookeada, twiteada o publicada en Instagram. Cultura 4G.

Por Mariano Casas Di Nardo

jueves, 26 de marzo de 2015

"Así es la vida"

El teatro clásico tiene esa propiedad porque trasciende su época y no necesita de la identificación para emocionar y menos, gustar. Se mueve sobre una capa inferior que no solo engloba todo, sino que ofrece las bases para que sus posteriores hagan su juego. Si no existiesen Nicolás de las Llanderas ni Arnaldo Malfatti, seguramente no hubiesen prosperado los autores contemporáneos, como tampoco existirían los galanes de televisión, cine o teatro de hoy; si los Roberto Carnaghi, Mario Alarcón, Salo Pasik y Rita Terranova, no se hubiesen dedicado a la actuación. “Así es la vida” reúne todo eso y así, además de ver el mejor teatro de la efervescente Buenos Aires, asistimos a una clase de historia del arte nacional.

La obra cuenta de una típica familia burguesa, donde los padres, ven con total pasividad, cómo sus hijos cumplen con el lógico transcurrir de la vida. Su crecimiento, su apertura al mundo y sus azares. Ambientado en esta ocasión en la Argentina de principios de Siglo XX, la trama inicia en el 1905 y con saltos narrativos, pasa por el 1916 y 1934. Aquí cabe destacar la genial visión de su director Santiago Doria, para ambientarnos gracias a audios, imágenes y videos, en aquellos lejanos años y así, sentir más de cerca las alegrías, los miedos y las esperanzas de sus protagonistas. Roberto Carnaghi es Don Ernesto, mientras que Rita Terranova es Eloísa, su dulce esposa. Al costado, alterando una paz hogareña casi envidiable, el cuñado político, Alberto, un hombre que se asume como “hecho y derecho” aunque nadie se lo crea, interpretado de forma soberbia por Mario Alarcón. Cierra el cuarteto de primera línea, el personaje de Salo Pasik (Liberti), un amigo italiano de la familia, que pasa sus días entre ellos, por no forjar su propia vida.

Cómo será la selección de actores, que Malena Solda recién aparece en una segunda línea, en el rol de Felicia, junto a Felipe Colombo que hace del benjamín Eduardo; y casi de reparto, el gran Alfredo Castellani. Completan el elenco, Paloma Contreras, Celeste García Satur, Emanuel Duarte, Mariano Mazzei, Marcelo Mininno, Néstor Sanchez y Julio Viera. Todas actuaciones creíbles y amigables, que hacen que todo el tiempo disfrutemos del mejor teatro. Claro, cuando Carnaghi, Alarcón y Pasik se juntan, todo se potencia. Como cuando en su epílogo, se chicanean por lo que pudo ser, no fue y es.

Por su parte, el teatro Cervantes le da un tinte épico a toda la apuesta, que brilla con un escenario movible, a tono con el preciso vestuario, que sutilmente se va modernizando a medida que pasan los años. La música, obra del señor compositor, Gaby Goldman.

Con una de las frases más célebres del cine nacional que desestabiliza emocionalmente a toda la platea, la obra nos invade de melancolía con sus cuadros y diálogos. De esas piezas teatrales que hay que ver al menos una vez en la vida, para recordarla siempre.

Por Mariano Casas Di Nardo

jueves, 12 de marzo de 2015

"Merlín, Arturo y la espada mágica"

Muy pocas veces, por no decir casi nunca, los actores de espectáculos infantiles del teatro independiente dejan todo sobre un escenario. Y muchos son los factores, porque el escenario no tiene las dimensiones como para desgastarse, porque las historias contadas siempre son pequeñas y porque existe una inconsciente subestimación, de que si el niño compra la historia de una, el resto es solo inercia. Pero en “Merlín, Arturo y la espada mágica” nada de lo escrito cuenta. Porque su elenco deja absolutamente todo sobre el escenario. Más, ya sería imposible. Y eso es para aplaudir de pie todos los segundos que sean necesarios, para devolverle todo lo que hicieron por los espectadores más pequeños, y por qué no, también por los más grandes. Los que ya estamos curtidos de ver tantas obras como fines de semana existen en el año.

La obra es la reconocida historia de “La espada en la piedra”, que tan bien nos dibujó Walt Disney, con el pobrecito de Arturo y el duelo de titanes entre Merlín y la bruja Madame Mim. Y para esta ocasión, su autor Leandro Montgomery, toma muchos de esos recursos para darle una revalidación. Primer acierto, incluir a la bruja Morgana en toda la obra. Un creíble y eficiente trabajo de Natalia Gerardi que se pone como contra figura del amigable Merlín, una soberbia y muy activa actuación de Emiliano Ramos. Sin duda, él sostiene la obra en todo momento,  y sus intervenciones elevan la atención de todo el público. Cuando él está en escena, la obra sin dudas, se vuelve más grande.

Que todos se pelean por ser el Rey, que Arturo se enamora de la Princesa Ginny, que Kay lo único que quiere es ser un buen caballero y que Pierre hace las maldades necesarias para que la obra intensifique su nerviosismo, son todos logros del mismo Leandro Montgomery, quien como director, ya está dejando una huella en la Avenida Corrientes. A priori, una fórmula fácil: bajar a tierra los geniales cuentos para chicos y convertirlos en obras de teatro; pero que notamos su dificultad, cuando otros intentan lo mismo y quedan a medio camino.

La obra inicia con una muestra de teatro negro, donde se ven los trucos de magia de Merlín y Morgana; para luego darle vida a los azares de Arturo (Damián Trotta) y el vanidoso Kay (Santiago García). Se suman la bella Stephanie Troiano, como la Princesa Ginny y Guido Napolitano, como el malvado y ambicioso Pierre. Todas actuaciones correctas que hacen al todo de una obra que gusta de principio a fin. Otro punto destacable es el vestuario, crédito de Bárbara Lloves Millán. Completan y cierran la idea, las canciones originales de Germán Halili.

Un diez para “Merlín, Arturo y la espada mágica”, de la mano de Leandro Montgomery, quien ya es un icónico de la avenida que durante las tardes de sábados y domingos, acaparan los niños ávidos de teatro.

Por Mariano Casas Di Nardo

viernes, 27 de febrero de 2015

"La deriva"

Cuando lo que naufraga es el amor, ningún puerto parece ser el correcto. Y todo intento por volver a anclar en la felicidad pasada, es en vano, incluso peor, más concluyente. Así lo demuestra el interesante libro de Andrea Marrazzi en su obra “La deriva”. Porque sus dos protagonistas, entre básicos y evidentes, para enfrentar su grave crisis de pareja, deciden pasar un fin de semana en una alejada isla del Tigre. Claro, no podía salir bien, porque ellos no estaban bien. Cual efecto dominó, esta pieza teatral de suspenso con giros cómicos, comienza a hipnotizarnos.

La definida escenografía de Gabriela Luna nos muestra de un primer pantallazo, lo que veremos en el transcurso de la obra. Un acierto y una tranquilidad para entender cómo se desarrollará la trama y por dónde irá. Y allí están, Laura y Martín, descorazonados, en el medio de un temporal que los obliga a cambiar sus planes y convertir su fin de semana de miel, en un laberinto de intrigas, propios miedos y ganas de libertad.

Bajo los tiempos de una película de cine, “La deriva” sostiene la tensión en todo momento, primero por su libro, segundo por las buenas actuaciones de sus cuatro protagonistas y tercero por la dirección de la misma Andrea Marrazzi, quien todo lo atomiza. Porque pocas veces el teatro nos adentra por completo en la historia como sí lo hace el celuloide; pero en esta ocasión, nosotros parecemos estar allí. En esa isla de Tigre, en ese hostel tenebroso y a la expectativa de lo que nos hará la inquietante Manuela Fernández Vivian en su soberbio papel de Andy, la isleña.

“La deriva” debe verse porque teatraliza lo que en cine sería un blockbuster, porque el reconocido Mauricio Minetti nos intranquiliza en todo momento, porque sentimos los mismos miedos y desconciertos de Martín (Fernando Sayago) y Laura (Ariadna Asturzzi), y porque Andrea Marrazzi en su ópera prima, logra lo que pocos directores hacen con años y años de profesión.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo