Tal vez el
primer cuadro genera incertidumbre, pero ya es con la segunda escena y con la aparición
de todos los freaks (Pinocho, Tres Chanchitos, Peter Pan, Lobo Feroz, Patito
Feo y Caperucita, entre otros), que uno se relaja y se dispone a disfrutar de
algo único. La música, el vestuario y la destreza tanto vocal como física de
los actores, queda claro en los primeros minutos. Ahí nada es improvisado. Y
como un sistema de relojería suiza, todo funciona a la perfección.
Pablo
Sultani es Shrek, Mela Lenoir, Fiona; Talo Silveyra es el burro y el genial
Roberto Peloni, Lord Farquaad. Un póker de artistas que llevan el musical en la
piel. Y si sus líderes son la excelencia, el resto en su afán de ponerse a la
altura, también brillan. De hecho, lo momentos más logrados, son cuando están
todos juntos, demostrando que el pequeño escenario del Maipo, no los incomoda.
Una precisión quirúrgica para moverse, ir y venir, que uno tiene sólo que comprar
la historia.
Todos son
los puntos a favor de la obra en sí, pero sobre todo el vestuario y la
escenografía, nunca dejan de deslumbrar. Solo un parpadeo de telón, para que aparezca
el paisaje más inverosímil. Un dragón inédito y efectos sonoros y lumínicos, en
más de un pasaje, asombran. Y en su epílogo, cuando la selección de freaks vuelve a aparecer y se manifiesta como Los Miserables,
la obra roza la perfección.
Shrek es un
musical de lujo para nuestra cultura teatral y se agradece que se ponga en
cartel. Con intérpretes de primer nivel actoral, la visión esclarecedora de su
directora Carla Calabrese y la exhibición musical de Gaby Goldman. Para
disfrutar y dejarse sorprender por la magia de un musical traído en exclusiva del
verdadero mundo de las fantasías. Una joya que queda en nuestra memoria por
siempre.
Por Mariano
Casas Di Nardo
No hay comentarios:
Publicar un comentario