domingo, 22 de junio de 2014

"Paulatina Soledad"



La historia es tan pequeña como hasta intrascendente, pero seguramente nos cueste olvidar la imagen de esas dos señoritas sentadas en el banco de un cementerio, pasando de la angustia a la risa en cuestión de comentarios. Pulso de relojero suizo el de su realizador para diagramar y ordenar en poco tiempo, acotado espacio y con mínimos elementos, una obra que trasciende su dimensión en todo momento, ya sea por las actuaciones, la escenografía, el vestuario y la música del inicio y del final.

“Paulatina Soledad” lleva en su nombre un juego de palabras que el espectador cuando descubra, aceptará que el autor ya se ganó la mitad de la partida. El resto es propiedad exclusiva de sus dos protagonistas, quienes con una histriónica dulzura, nos llevan de las narices por sus encuentros y desencuentros. Mientras una es la que en su normalidad, tiñe todo de tristeza y desconsuelo; la otra, a su ocaso lo oculta con brillo y entusiasmo. Ninguna de las dos es genuina, aunque preferiríamos creerles para no estar a la espera del desastre que podrían desencadenar sus propias confesiones. Que llegan, pero entre sonrisas, consejos, lágrimas y consuelos.

La obra escrita y dirigida por Esteban Bruzzone no es una comedia con la que uno va a reírse todo el tiempo, pero sí con la que puede asimilar diferentes puntos de vista, como los de esa mujer que busca refugio en un lugar donde el resto queda a la intemperie (interpretada por Lucila Goldberg); o como el duelo que canta a los cuatro vientos la iluminada sonrisa de su compañera de banco (Nora Kriegshaber). La belleza de una, es la desgracia de la otra y viceversa. Aunque algo es seguro, todos quisiéramos tener el optimismo y ese carácter regenerativo que irradia esta última, en cada ingenua frase de aliento.

Aunque esté enmarcada en un cementerio y de sus diálogos se desprendan conceptos como muerte, lamento, frío y desolación, “Paulatina Soledad” trata del amor. Del amor en sus dos estados más indefinidos, el del enamoramiento y el de su degradación. Una pincelada irónica sobre aquellas relaciones sentimentales que desestabilizan a las mujeres cuando menos se lo esperan.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo

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