Bajo una estética cinematográfica y personajes a priori nada
amigables para la platea infantil, la obra se propone como un interesante
enigma para esos padres que disfrutan de llevar a sus hijos al teatro. Tenemos
la certeza que es ideal para chicos de entre cinco y doce años, pero la
sospecha de que en cualquier momento uno debe abandonar la sala, revuela la
escena. Porque se trata de la icónica historia de Drácula del irlandés
Bram Stoker y porque una vez adentro, la escenografía da
miedo.
Ambientado y musicalizado a la perfección, la obra inicia y todos
los prejuicios se derrumban con la misma intensidad con que los actores entran
en escena. “Teatro adulto para chicos”, sería la descripción exacta. Actores
que cumplen de manera correcta con sus roles, que se conectan con la platea
infantil a través de sus actuaciones y no de pantomimas ni ridiculizaciones.
Dejando en claro que cuando al niño se le ofrece arte del bueno, lo
disfruta.
Escrita y dirigida por Cristian Vélez, la obra cuenta la
historia del señor Jonathan Washington Sánchez, quien va al castillo del conde
Vladimir Lácudra para negociar unas propiedades. Cuestión que queda en la nada,
cuando el anfitrión confiesa su amor por Mina, la prometida de nuestro
intrépido héroe. Cual satélite de nuestros dos protagonistas, se encuentra
Chico, un secuaz peón sirviente que nunca sabremos para qué lado juega. Lucila,
la amiga de la mujer en disputa, termina de cerrar un prometedor quinteto.
Con actuaciones homogéneas, canciones amigables, títeres del
teatro negro y un final que deja un interesante mensaje, “Lácudra, el vampiro”
se convierte en una muy entretenida propuesta para que disfruten tanto los
niños como los padres, entendiendo que se puede cautivar al público infantil de
la misma forma que al adulto, con historias creíbles, caracterizaciones reales
y personajes atractivos. Recomendable para toda la familia.
Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo
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