Virgen…
pero no tanto cuenta la historia del codiciado y exitoso Rafael Insúa, quien en
la soledad de su vanidad, despierta admiración en cada una de las flores que
corta por la noche en esos boliches perdidos de la ciudad. Su amigo y mayordomo
fiel, Pascual, es cómplice de cada una de sus picardías, mientras que su
hermana recién separada, Maribé, es la jueza que dictamina su andar casquivano,
inapropiado para su edad. Él, disfrutando de las mieles de su dinero y sex appeal,
no cree encontrar el amor, aunque como se dice por ahí, hasta en los
lugares más desolados, uno puede encontrar el amor.
Bichi, una pequeña
y poco inocente hija de un viejo conocido de la alta sociedad, es quien toma
protagonismo en la historia. Y no por sus exuberantes y contorsionadas poses,
sino porque encenderá el nervio muy bien guardado del inmaculado Rafael Insúa.
Y con la complicidad de más de uno, pondrá en jaque toda su aura. Nadie sabe si
lo logrará, pero el juego está abierto y como los kamikazes, a la hora del
cometido, todo vale.
Con una
acertada actuación de Nicolás Yannicelli y un acompañamiento adecuado de Sergio
Paz como su “secuaz”, la historia progresa entre los intentos fallidos de Bichi
y el poco convencimiento del dueño de casa. La aparición de Mafalda –Patricia
Tiscornia–, una desquiciada que ya no sufre su amor y goza por desdicha ajena, le
dará fluidez a la puesta y los momentos más cómicos. Su irrupción, ya en el epílogo
de la obra, hace que termine todo bien arriba y que el espectador quiera un
poco más de esa bella mujer que arrasa con todo lo que encuentra a su alcance,
incluso, las mejillas del pobre Rafa.
Virgen…
pero no tanto es una comedia ligera, que toma de muchos lugares comunes, un
hilo grotesco y divertido que hará de la hora y algo de duración, un entretenimiento
seguro.
Por Mariano
Casas Di Nardo.
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