Una osadas las creadoras de la impronta Caracachumba. A simple vista, una banda de talentosos
músicos, conducidos por una payasa llamada “Sagitario” y haciendo canciones que
no son para grandes ni para chicos. Todo esto, conectado con sketchs de un
humor complejo pero sin contenido ni moralejas. A priori, uno podría decir,
vayamos a una propuesta más concreta, conocida y eficaz, que a este difícil
rompecabezas propenso al fracaso. Pero las mentes supremas de Marina Sauber y
Florencia Steinhardt supieron encontrar el fino equilibrio entre lo adulto y lo
infantil y crearon un show inmejorable. Un espectáculo donde todo lo bueno es
admirado de manera distinta por los diferentes públicos que juntos, hacen la
gran masa de aplausos y ovaciones que cierran cada aparición.
La
fidelidad de los músicos es un mimo al oído del adulto, mientras las
morisquetas de su histriónica y alienada payasa, hacen que los chicos encuentren
en ella su querible anfitrión. Las canciones recrean acción y dinamismo y los
chistes apuntan a un público mayor, mientras la estética colorida directa a los
sentidos de los chicos. Así, bajo esa configuración cíclica, los niños se
sorprenden por los chistes “desubicados” y los grandes se ríen del “escándalo”
inocente del momento. Un equilibrio absoluto que estos seis artistas despliegan
en la hora y minutos de un show que no se quiebra en ningún momento. El
vertiginoso baile de la silla y la rumbera que siente y quiere, son dos de los
momentos más logrados, rozando una perfección dentro del género.
Caracachumba
a la carta es distinto. Un show de humor para los más chicos y un recital de
músicos de primer nivel jugando para los más grandes. Y un personaje como “Sagitario”
que se lleva todos los aplausos por su versatilidad, despliegue y complicidad.
Para
disfrutar en familia y reír a la par de nuestros hijos, incluso, admirando su
calidad sonora. Un mimo de calidad, entre tanta improvisación infantil.
Por Mariano
Casas Di Nardo.
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