miércoles, 16 de septiembre de 2009

El Batacazo

El Batacazo es un compendio de aciertos puestos a disposición de una obra que brilla a lo largo de sus sesenta y tantos minutos de vida. Un guión que habla de la mediocridad y de la chatura del ser humano creyente en brujas, yetas y lechuzas, de la forma más precisa; dos actores que se sacan chispas a la hora de actuar y de crear sus respectivos personajes y la música exacta del Chango Spasiuk para generar el clima de tensión ideal cuando la obra llega a su epílogo. Todo cierra perfecto sobre el fantástico mundo que se genera en el Chacarerean Teatre cuando la función comienza a rodar.

Uno, un oportunista ; el otro, un fracasado jugador de básquet devenido en enfermero. Uno, empleado del parque de diversiones; el otro, un hombre asediado por la mala suerte y la desgracia. Uno, Mauricio Dayub; el otro, Osqui Guzmán. Animal televisivo de raza el primero, rey de la improvisación teatral el segundo. Dos actores que suman sus partes para llegar a un todo absoluto. Un despliegue de guiños, latiguillos y muecas sin tener que llegar al grotesco y al gesto soez, como pocas veces visto en los escenarios porteños.

La obra cuenta la historia de “Cobra”, quien cansado de su vida monótona y chata de empleado de uno de los juegos más difíciles del Parque de Diversiones, decide cambiar su rumbo y hacer saltar su propia banca, enseñándole a “El Nene”, un enfermero de pocas ideas, el secreto para ganar el juego. Los dos en busca de dar el batacazo, uno para cambiar su aburrido presente y el otro para saldar una deuda pendiente con el deporte que lo inició en su patética y contrariada personalidad.

La cuestión era despejar el interrogante de darle un guión y una estructura armada a uno de los actores que mejor maneja la improvisación en nuestro teatro. Y consumada la obra, no hay más que rendirse ante el ojo de su autor y director, el propio Mauricio Dayub, quien confió en Osqui Guzmán para acompañarlo en esta travesía de malarias e infortunios.

Impecablemente lookeados y potenciándose en cada intervención, la obra progresa entre el humor y la reflexión; dos sensaciones que ejecutan ambos protagonistas, tanto desde la ironía como desde la nostalgia. Porque en el fondo, estos dos personajes casi arrabaleros, encierran tristeza y soledad. El vacío de pensar que la suerte y el azar lo hacen todo, ya sea por la desgracia de “El Nene” como por la suerte a medias de “Cobra”.

Algunos pueden considerarlo teatro comercial y menospreciarlo; otros podrán denominarlo teatro en serie y no considerarlo. El Batacazo es teatro del bueno. Con un libro que nunca pierde de vista el horizonte y con dos actores superlativos, que hacen de esa línea inalcanzable, algo posible y cercano.

Por Mariano Casas Di Nardo

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