Catástrofe inesperada son un millar de códigos estéticos hilvanados por una historia que progresa de la forma más compleja y abstracta. Como esos dibujitos que toman vida a medida que las hojas se van sucediendo, en tiempos de 24 cuadros por segundo. Cada parpadeo significaría una fotografía y cada una de ellas, un caldo difícil de digerir.
Escrita por Luís Cano y materializada por la directora Cintia Miraglia, la obra toma fuerza a través de un relato fragmentado que deja ver la memoria de un poeta olvidado, quien pasa sus días en el frío espacio de un sistema hospitalario que lo asfixia de a poco. Por momentos mujeres milimétricamente superpuestas lo debilitan en la creación para luego apuntalarlo en la imaginación idílica y surreal de su persona. Es que no todo está dicho aún, pero sí las cartas están jugadas y sólo resta definir quién perderá.
Al parecer, en los escasos y poderosos cuarenta y cinco minutos de acción, los únicos ilesos son los espectadores. La manipulación y el aire a encierro revuelan la escena y ni aún, los símbolos de libertad, dan aspecto de emancipación. Mucho menos los paisajes ciclotímicos que mueren y nacen al unísono. Todo es perecedero. Todo huele a claustro. Y la música, creación de Daniel Quintás, es una guía malintencionada que nos conduce al ocaso.
El conflicto germina en el mismo escenario y se desarrolla entre los protagonistas, en este caso, el poeta Zurita –Leandro Rosenbaum– y sus custodias espirituales y carnales –Natalia Marchese y Gabriela Mocca–. La consumación de los episodios cierra historias pasadas y aviva otras.
Como esa canilla mal cerrada que no logra causar la inundación pero que hace de cada gota un estruendoso sonido, su directora hace que la catástrofe sea latente con una evolutiva graduación que sacude con intensos espasmos imperceptibles, que uno siente ya terminada la función.
Catástrofe inesperada es difícil. Ermitaña. Oscura. Un arrebato a la libertad expresado en imágenes impactantes. Una audaz representación del efervescente teatro independiente moderno.
Por Mariano Casas Di Nardo - abril 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario