La idea de
Luciana Morcillo, Olga Viglieca e Iván Moschner de escribir una obra de teatro,
con la dirección de éste último, se convirtió en algo tan grande que pasó de
ser un monólogo unipersonal sobre el tema de la violencia de género, a una
performance multitudinaria de quince mujeres amplificando el valor de sus
derechos. Derechos básicos, como los de cualquier ser humano, a no ser
violentado, obligado, ultrajado y pisoteado. “Nenina” así se convierte en una
bandera por la vida y por la libertad. Mismos ecos de diferentes clases de mujeres
que se unen en una ideología, revalidadas por el público sobre el final de la
obra, cuando con un aplauso cerrado y acelerado, se une en esa búsqueda y
pedido.
Nenina es
Romina Tejerina y Romina Tejerina es la personificación de todas aquellas
mujeres que vieron modificadas sus existencias por ser víctimas de un acto
delictivo y atroz, como en este caso una violación. Aquella muchacha jujeña que
luego de quedar embarazada como producto de un abuso sexual, mató a su bebé
recién nacido; es la figura sobre la cual se posa todo. El dolor de las mujeres
presentes, la angustia del público y un drama que aunque en auge en la opinión
pública, no merma en su realidad.
La obra es
el tema. Un elenco de quince mujeres, algunas con más participación que otras,
algunas actrices con más nombre que otras, unas pocas con mejor técnica que la
mayoría, pero que se ven niveladas por un libro superador. “Nenina” hace que
poco tenga que ver si una actriz está fuera de sintonía o si tal o cual vestido
desentona. Se habla de muertes, de abusos, de vidas marchitadas, opacadas y hay
que enfocarse en ello.
Veinticinco
minutos le lleva a Iván Moschner quedarse para siempre en nuestra cabeza con
esa postal final de pedido de justicia. Una obra recomendable para mirar y
actuar. Para concientizar y para ver en qué podemos ayudar a nuestra tan
lastimada sociedad, para que de una vez por todas, no sufra ni genere más violencia.
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