“Morir con
las botas puestas” dice el viejo dicho. Sin embargo, en el caso de sobrevivir,
con ese mismo calzado, uno puede ganar premios, prestigio y la atención de todo
el universo de teatro infantil. Y esto último fue lo que le sucedió al audaz y
talentoso Gastón Marioni, quien tuvo la loca idea de hacer un musical tanguero
para los más chicos. Un absoluto acierto que entretiene a todos. A los más
chicos, a los más grandes, a los que disfrutan de la actuación cantada y a los
que aman el tango. No es una introducción al tango. Es el 2x4 a disposición
de una historia para la familia.
Siempre se
agradece la no subestimación al público infantil. Una opción que al parecer no
entra en la consideración de su autor y director, el mismo Gastón Marioni.
Porque pone todo. Agregada la música original de Tato Finocchi, además de todos
los tangos que oímos al progresar la historia, la obra se disfruta desde la
primera coreografía hasta la última.
La creación
de cada uno de sus personajes es minuciosa y extraña. Pero al segundo ya nos
familiarizamos con todos. Tal vez los nombres no queden en la memoria, pero sí
su aura. Tanguito es el héroe, mientras Rasúl es el malo. Pero entre
estos polos bien opuestos, todos se destacan. Desde el panadero Donato
(exquisito personaje de Marcelo Allegro), hasta Deka, el niño al que engañan
con un noviazgo forzado; pasando por Sarita, Mawiya, Expósito, Juan (el simpático
dueño del conventillo; y la dulce Milonguita.
Todo es de
diseño en el mundo de “Tanguito mío”. El vestuario, el juego de luces, los
aviones de papel, las coreografías y la
escenografía. En lo que uno pueda analizar, hay mucho trabajo previo,
decisiones, debate y conclusiones acertadas. Y se traduce en un público que no
baja su atención. Los más chicos por seguir los periplos de Tanguito, y los más
grandes por seguir la letra de los reconocidos tangos “Malena”, “Cambalache”,
“Como dos extraños”, “Los Mareados” y “Balada para un loco”, entre muchísimos
más.
Su programa
informa que la obra fue galardonada con el ACE 2013, cinco premios Hugo, dos
Atina, uno Nacional de Cultura 2012 y uno de Teatro del Mundo. Sin embargo no
se trata de presumir, sino de avisarnos. Entonces uno afina más el gusto y
alerta sus sentidos. Y al salir, se entiende porque todo el público, críticos
y aficionados, hablaron maravillas. La obra vale la pena.
Por Mariano
Casas Di Nardo
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