El teatro
clásico tiene esa propiedad porque trasciende su época y no necesita de la
identificación para emocionar y menos, gustar. Se mueve sobre una capa inferior
que no solo engloba todo, sino que ofrece las bases para que sus posteriores hagan
su juego. Si no existiesen Nicolás de las Llanderas ni Arnaldo Malfatti,
seguramente no hubiesen prosperado los autores contemporáneos, como tampoco existirían los galanes de
televisión, cine o teatro de hoy; si
los Roberto Carnaghi, Mario Alarcón, Salo Pasik y Rita Terranova, no se hubiesen
dedicado a la actuación. “Así es la vida” reúne todo eso y así, además de ver
el mejor teatro de la efervescente Buenos Aires, asistimos a una clase de
historia del arte nacional.
La obra cuenta
de una típica familia burguesa, donde los padres, ven con total pasividad, cómo
sus hijos cumplen con el lógico transcurrir de la vida. Su crecimiento, su
apertura al mundo y sus azares. Ambientado en esta ocasión en la Argentina de
principios de Siglo XX, la trama inicia en el 1905 y con saltos narrativos,
pasa por el 1916 y 1934. Aquí cabe destacar la genial visión de su director Santiago Doria, para ambientarnos gracias a audios, imágenes y videos, en
aquellos lejanos años y así, sentir más de cerca las alegrías, los miedos y las
esperanzas de sus protagonistas. Roberto Carnaghi es Don Ernesto, mientras que
Rita Terranova es Eloísa, su dulce esposa. Al costado, alterando una paz
hogareña casi envidiable, el cuñado político, Alberto, un hombre que se asume
como “hecho y derecho” aunque nadie se lo crea, interpretado de forma soberbia
por Mario Alarcón. Cierra el cuarteto de primera línea, el personaje de Salo
Pasik (Liberti), un amigo italiano de la familia, que pasa sus días entre
ellos, por no forjar su propia vida.
Cómo será la
selección de actores, que Malena Solda recién aparece en una segunda línea, en
el rol de Felicia, junto a Felipe Colombo que hace del benjamín Eduardo; y casi
de reparto, el gran Alfredo Castellani. Completan el elenco, Paloma Contreras, Celeste
García Satur, Emanuel Duarte, Mariano Mazzei, Marcelo Mininno, Néstor Sanchez y
Julio Viera. Todas actuaciones creíbles y amigables, que hacen que todo el
tiempo disfrutemos del mejor teatro. Claro, cuando Carnaghi, Alarcón y Pasik se
juntan, todo se potencia. Como cuando en su epílogo, se chicanean por lo que
pudo ser, no fue y es.
Por su
parte, el teatro Cervantes le da un tinte épico a toda la apuesta, que brilla
con un escenario movible, a tono con el preciso vestuario, que sutilmente se va
modernizando a medida que pasan los años. La música, obra del señor compositor,
Gaby Goldman.
Con una de
las frases más célebres del cine nacional que desestabiliza emocionalmente a
toda la platea, la obra nos invade de melancolía con sus cuadros y diálogos. De
esas piezas teatrales que hay que ver al menos una vez en la vida, para
recordarla siempre.
Por Mariano
Casas Di Nardo
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