domingo, 9 de septiembre de 2012

3 mitades


El José María Muscari de 3 mitades no es el director provocador e irritante que brilla en el teatro independiente. Tampoco es aquel que deslumbró con la primera versión de Piel de chancho, menos el que propagó la decadencia con la inigualable y triste Escoria. Este es el que tiene que pagar las expensas, el que ve aumentar su cuenta corriente a medida que una cartelera de la Avenida Corrientes muestra su nombre y el que ve crecer su popularidad con cada aparición en televisión. Claro, este Muscari soft, más cercano al de Cash que al de Shangay, nunca hubiese existido sin aquel que se proclamó irreverente en serio, cuando apareció en escena con sus primeras obras, transgrediendo todas las leyes de lo que no se podía hacer sobre las tablas. El mismo que cacheteó a todos con los cuadros estéticos que regalaba Catch, mostrando a una actriz orinando en vivo dentro de un barril de metal. En contraposición al Muscari crudo, las caricias y los besos de Moria y Sofía, son guiños de buen gusto. 

3 mitades viene a sacudir la modorra de Doña Rosa y a movilizar el morbo del público no teatrero. Mucha previa, preconceptos y debates televisivos, que se van apagando a medida que progresa la obra, imaginando cambiar ese tan mentado elenco, por uno que tenga más impronta muscariana. Diálogos picantes que quedan en un segundo plano por la fuerte presencia de todo lo escuchado con anterioridad. Podría estar recitando Shakespeare Moria Casán, que la atención igual se centrará en la intensidad con que su mano roza o no la piel de Sofia Gala Castiglione. Podría ser una fotografía eterna de la obra de Muscari el triangulo entre estos tres amantes, pero el objetivo hará foco en si la boca de Sofia entra más o menos en la de su madre, amante o como se la quiera llamar. Con Hollywood Ending, Woody Allen incluyó como novedad el cine en el cine; bueno, en 3 mitades, Muscari incluye el escándalo mediático en el teatro. Sus fanáticos esperarán por su próxima obra, porque claro, su crédito sigue más que abierto; los que no lo conocían, ya tienen una mínima aproximación a su arte.

La historia cuenta el hastío vivido por un matrimonio de cincuentones, que entre sus ínfulas no logradas y la mediocridad vivida, se quieren tanto como se molestan. El agotamiento hizo carne en ellos y la resignación cubrió todo, incluso los deseos de infidelidad. Moria es Benita, una agente inmobiliaria que se siente atraída por una perfumista mucho más joven que ella (Sofía Castiglione en su papel de Mae), actual amante de su pareja Teo (Mario Pasik). Una trifecta Made in Muscari, que ellos mismos, con poca gestualidad, menos emoción y cero asombro, se encargan de diluir en cada interacción. Solo sus monólogos son para destacar, sobre todo cuando Moria Casán, afila su lengua y pone su magia innata de show woman a disposición de Benita. Todo el resto, muy lavado para lo que se espera de este dramaturgo y polémico director.

Sin sorpresas en un guión que solo faltó ser difundido a través del Boletín Oficial, la obra encuentra sus puntos más altos en el recorrido que hacen los actores sobre el escenario, en el armado de espacios imaginarios solo moviendo dos o tres sillas y en el juego de luces que denota pasión, engaño o confesión. El vestuario y la presencia de ese rojo tan almodovareano, hacen al menos, que a simple vista, la provocación esté. Después, el rito de haber visto sobre las tablas a Moria Casán y a su hija, aunque el más creíble sea Mario Pasik.

3 mitades es la versión tribunera de José María Muscari. Es que del teatro Off no se puede vivir. Los sabemos todos y por eso, lo entendemos y respetamos.

Por Mariano Casas Di Nardo.

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