El José
María Muscari de 3 mitades no es el director provocador e irritante que brilla
en el teatro independiente. Tampoco es aquel que deslumbró con la primera versión de
Piel de chancho, menos el que propagó la decadencia con la inigualable y triste
Escoria. Este es el que tiene que pagar las expensas, el que ve aumentar su
cuenta corriente a medida que una cartelera de la Avenida Corrientes muestra su
nombre y el que ve crecer su popularidad con cada aparición en televisión.
Claro, este Muscari soft, más cercano al de Cash que al de Shangay, nunca
hubiese existido sin aquel que se proclamó irreverente en serio, cuando
apareció en escena con sus primeras obras, transgrediendo todas las leyes de lo
que no se podía hacer sobre las tablas. El mismo que cacheteó a todos con los
cuadros estéticos que regalaba Catch, mostrando a una actriz orinando en vivo
dentro de un barril de metal. En contraposición al Muscari crudo, las caricias
y los besos de Moria y Sofía, son guiños de buen gusto.
3 mitades
viene a sacudir la modorra de Doña Rosa y a movilizar el morbo del público no
teatrero. Mucha previa, preconceptos y debates televisivos, que se van apagando
a medida que progresa la obra, imaginando cambiar ese tan mentado elenco, por
uno que tenga más impronta muscariana. Diálogos picantes que quedan en un
segundo plano por la fuerte presencia de todo lo escuchado con anterioridad.
Podría estar recitando Shakespeare Moria Casán, que la atención igual se
centrará en la intensidad con que su mano roza o no la piel de Sofia Gala Castiglione.
Podría ser una fotografía eterna de la obra de Muscari el triangulo entre estos
tres amantes, pero el objetivo hará foco en si la boca de Sofia entra más o
menos en la de su madre, amante o como se la quiera llamar. Con Hollywood Ending, Woody Allen incluyó
como novedad el cine en el cine; bueno, en 3 mitades, Muscari incluye el
escándalo mediático en el teatro. Sus fanáticos esperarán por su próxima obra,
porque claro, su crédito sigue más que abierto; los que no lo conocían, ya
tienen una mínima aproximación a su arte.
La historia
cuenta el hastío vivido por un matrimonio de cincuentones, que entre sus
ínfulas no logradas y la mediocridad vivida, se quieren tanto como se molestan.
El agotamiento hizo carne en ellos y la resignación cubrió todo, incluso los
deseos de infidelidad. Moria es Benita, una agente inmobiliaria que se siente
atraída por una perfumista mucho más joven que ella (Sofía Castiglione en su
papel de Mae), actual amante de su pareja Teo (Mario Pasik). Una trifecta Made in Muscari, que ellos mismos, con
poca gestualidad, menos emoción y cero asombro, se encargan de diluir en cada
interacción. Solo sus monólogos son para destacar, sobre todo cuando Moria
Casán, afila su lengua y pone su magia innata de show woman a disposición de
Benita. Todo el resto, muy lavado para lo que se espera de este dramaturgo y polémico
director.
Sin
sorpresas en un guión que solo faltó ser difundido a través del Boletín
Oficial, la obra encuentra sus puntos más altos en el recorrido que hacen los
actores sobre el escenario, en el armado de espacios imaginarios solo moviendo
dos o tres sillas y en el juego de luces que denota pasión, engaño o confesión.
El vestuario y la presencia de ese rojo tan almodovareano, hacen al menos, que
a simple vista, la provocación esté. Después, el rito de haber visto sobre las
tablas a Moria Casán y a su hija, aunque el más creíble sea Mario Pasik.
3 mitades
es la versión tribunera de José María Muscari. Es que del teatro Off no se
puede vivir. Los sabemos todos y por eso, lo entendemos y respetamos.
Por Mariano
Casas Di Nardo.
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