martes, 17 de julio de 2012

Alicia en Frikiland


Existen muchas clases de teatro. El comercial, el off, el de híper culto y el que engloba todo. El distinto. El teatro que está pensado desde el minuto cero, el que ramifica su arte por todos sus soportes y pregona un criterio único, sustentado por la calidad de sus artistas. Un teatro difícil y corrosivo al que no cualquier artista puede acceder por más nombre y trayectoria que tenga en su currícula. Un teatro joven que requiere disciplina, talento innato y variantes musicales, actorales y físicas. Y este concepto es el que cuadra en toda su dimensión con lo presentado por el genial Diego Corán Oria. Porque Alicia en Frikiland es ese niño enardecido que tira todas las piezas del ajedrez y se planta con los codos sobre el tablero, demostrando que él es lo único importante. Después de ver a Pablo Sultani, Ángel Hernández, Mariel Percossi y compañía en el alocado mundo de Lewis Carroll, habría que hacer un retiro cultural y volver con prudencial tiempo a pisar un teatro. Las comparaciones pueden ser odiosas y después de ellos, lapidarias.

En la antesala uno ya recibe indicios de que está por vivir algo inédito. Especies de duendes escolares bailan de forma espástica al ritmo de un dance house progresivo por los pasillos del teatro, mientras el programa con el exponencial rostro de Alicia nos confirma que ahí se respira arte. Después lo intrínseco a la propuesta. Un libro refundado por las alienadas cabezas de Diego Corán Oria y Facundo Rubiño que no tiene sentido describirlo porque todos lo conocemos, como tampoco las letras de la banda de sonido que hacen a la cuestión del factor sorpresa. Por su parte, la puesta en escena parece sacada de las mejores películas de Tim Burton, con un vestuario preciso para potenciar a todos sus personajes. Todo minuciosamente craneado para que nos creamos estar en el inframundo y para que sus protagonistas nos vuelen la cabeza la hora que dura toda esta locura.

Sí vale la pena indagar en las actuaciones. Si bien Alicia en Frikiland es un todo compacto y multisensorial, las actuaciones de Pablo Sultani, Ángel Hernández, Mariel Percossi y Pía Uribelarrea hacen que todo a su alrededor se ilumine. Y la mención especial de este cuarteto no es porque el resto no se luzca, sino que ellos juntos son demasiado para una sola obra. La escena en que el Gato (Ángel Hernández) direcciona los movimientos de Alicia (Mariel Percossi) es de una sincronía inigualable. Y la Reina Roja en su epílogo se consume la atención de los espectadores. Por último, Pablo Sultani, viejo zorro en esto de brillar junto a figuras de mayor cartel, hace lo que quiere con su libreto, con sus gestos y con los del resto. Cual titiritero, su aparición en escena, rige la materia y sentencia toda a su voluntad. El aplauso final de público confirma tal afirmación. “Sultani más diez” lo titularía el ex técnico de la selección nacional de futbol.

Dicen que es un infantil, aunque de infantil sólo tiene el horario de las cinco de la tarde de vacaciones de invierno. Sí es apta para todo público, porque es obligación ideológica ver esta soberbia obra de teatro si se quiere tener un panorama más amplio y sólido de lo que significa esto de mixturar teatro de texto con música y baile.

Alicia en Frikiland es un musical en su estado más puro y absoluto. La perfección del género. Terminada la obra, uno tiene ganas de ir a abrazarse con todos y agradecerles por tanto talento. Para disfrutar una y mil veces.


Por Mariano Casas Di Nardo

No hay comentarios:

Publicar un comentario