Herido en sus principios, bastardeado en su esencia ciudadana primero y profesional después, Roberto Arlt se enfrenta a su peor enemigo, su deber: la crónica de algo que jamás hubiese elegido presenciar. Años de oficio para llegar al final con la peor de las sensaciones. La traición. El fusilamiento de Severino Di Giovanni giró su vida y cegó su futuro. Sus ojos ya no serán los mismos tras el accionar de aquel implacable fusil.
Gabriel Fernández se pone en la piel de uno de los autores más destacados de nuestra literatura, para protagonizar La imagen fue un fusil llorando, obra de Julio Molina, que se genera a partir de He visto morir, obra del mencionado escritor.
¡Viva la anarquía! explotaría de la garganta del anarquista Severino Di Giovanni al ser fusilado por una dictadura obsesiva e irreverente. Y los ojos del propio Arlt ya no verían con tanta nitidez. Una actuación soberbia, de quien muestra el infierno vivido luego de tal impacto. Bajo el barniz de su director Julio Molina, quien pone una escena exacta, el único protagonista de la obra brilla gracias a un conjunto perfectamente engranado. El vestuario, la iluminación y la musicalización. Todo nos lleva a esa época y todo nos enseña el dolor que padeció nuestro héroe golpeado.
La imagen fue un fusil llorando es de esas obras que deja en uno una fuerte impresión. Y que va decantando con el pasar de los minutos para formar una conclusión esperanzadora y revitalizadora. Porque sus ojos fueron los ojos de toda una época. Una época que cíclicamente fue repitiéndose, hasta, por el momento, desvanecerse.
La pregunta igualmente seguirá siendo la misma: Qué habrán hecho sentir esos ojos… hasta el momento de apagarse.
Por Mariano Casas Di Nardo
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