miércoles, 26 de octubre de 2016

“Tristán e Isolda”

Quien golpea primero golpea dos veces. Y la obra “Tristán e Isolda” es esa afirmación loopeada. Inmoviliza. Desde el primer segundo, la tensión invade la escena y no para de apabullarnos con frases e imágenes. Un diminuto espacio en el que va a pasar todo lo que tiene que pasar entre dos personas que se desean hasta lo irracional. A priori, tanto Florencia Prada como Matías Pisera Fuster, sus protagonistas, dan más para una publicidad familiar de un crédito bancario, que para lo que hacen dos amantes desesperados. Pero ellos se transforman, sus miradas son otras, sus pulsiones estallan y ya se siente en el aire una tensión sexual que nadie sabe para donde disparará.

Su director Marcelo Caballero acierta en la disposición de la sala. Escenario en el centro, rodeado por las plateas, un cubo principal más elevado y otros tres más pequeños a modo de diferentes ámbitos. Y entre la fiesta donde se encuentran, el momento en que se conocieron y la explicación de la vida privada de cada uno con sus respectivas parejas e hijos, ellos se matan de pasión. Lo sexual nunca se va de foco, incluso en los momentos en los que se le agrega información, nostalgia y hasta arrepentimiento. Aunque ellos, cuales felinos rabiosos, están a la expectativa de la piel del otro.

De estricto luto, los dos se presentan. Pero se les ve las ganas de sacarse todo y romperse los cuerpos. Instancia que llega a los segundos cuando semidesnudos, se electrifican. Tristán afloja ante la belleza de Isolda y ella, llega al orgasmo en su felicidad por sentirse deseada. Una lluvia real cae sobre ellos, erotismo puro. Cuerpo encimados, bocas que se confunden entre ellas y caricias que se deslizan con saña. Por momentos, Prada y Pisera Fuster transpiran sexo. Diálogos poéticos que demuestran un amor incondicional y de película, mezclado con lo más primitivo de una pareja que solo quiere sexo. Lo lírico y lo vulgar, danzando en la pista del deseo. El tándem Caballero, Prada y Pisera Fuster, provoca por demás.

Con una duración de no más de cuarenta minutos, “Tristán e Isolda” representa la vida de los amantes que se conocen a destiempo. Esa pasión por lo prohibido, esa desgracia de reconocer al amor de tu vida cuando ya está todo construido, y esa tranquilidad de que nada de lo que pase en los límites de una cama, un rincón o una mesa, modificará lo privado. Cada uno por su lado, sabiendo que el fuego entre ellos será eterno. Terminada cada tormenta, la realidad de ellos vuelve a su quietud, como la nuestra, que luego de ver teatro del más intenso, nos vamos pensando cómo será la vida de estos alineados enamorados por separado, y sobre todo, en cada azaroso encuentro.

Por Mariano Casas Di Nardo




 

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