Quien golpea
primero golpea dos veces. Y la obra “Tristán e Isolda” es esa afirmación
loopeada. Inmoviliza. Desde el primer segundo, la tensión invade la escena y no
para de apabullarnos con frases e imágenes. Un diminuto espacio en el que va a
pasar todo lo que tiene que pasar entre dos personas que se desean hasta lo
irracional. A priori, tanto Florencia Prada como Matías Pisera Fuster, sus
protagonistas, dan más para una publicidad familiar de un crédito bancario, que
para lo que hacen dos amantes desesperados. Pero ellos se transforman, sus
miradas son otras, sus pulsiones estallan y ya se siente en el aire una tensión
sexual que nadie sabe para donde disparará.
Su director Marcelo
Caballero acierta en la disposición de la sala. Escenario en el centro, rodeado
por las plateas, un cubo principal más elevado y otros tres más pequeños a modo
de diferentes ámbitos. Y entre la fiesta donde se encuentran, el momento en que
se conocieron y la explicación de la vida privada de cada uno con sus
respectivas parejas e hijos, ellos se matan de pasión. Lo sexual nunca se va de
foco, incluso en los momentos en los que se le agrega información, nostalgia y
hasta arrepentimiento. Aunque ellos, cuales felinos rabiosos, están a la
expectativa de la piel del otro.
De estricto
luto, los dos se presentan. Pero se les ve las ganas de sacarse todo y romperse
los cuerpos. Instancia que llega a los segundos cuando semidesnudos, se
electrifican. Tristán afloja ante la belleza de Isolda y ella, llega al orgasmo
en su felicidad por sentirse deseada. Una lluvia real cae sobre ellos, erotismo
puro. Cuerpo encimados, bocas que se confunden entre ellas y caricias que se
deslizan con saña. Por momentos, Prada y Pisera Fuster transpiran sexo.
Diálogos poéticos que demuestran un amor incondicional y de película, mezclado
con lo más primitivo de una pareja que solo quiere sexo. Lo lírico y lo vulgar,
danzando en la pista del deseo. El tándem Caballero, Prada y Pisera Fuster,
provoca por demás.
Con una
duración de no más de cuarenta minutos, “Tristán e Isolda” representa la vida de
los amantes que se conocen a destiempo. Esa pasión por lo prohibido, esa
desgracia de reconocer al amor de tu vida cuando ya está todo construido, y esa
tranquilidad de que nada de lo que pase en los límites de una cama, un rincón o
una mesa, modificará lo privado. Cada uno por su lado, sabiendo que el fuego
entre ellos será eterno. Terminada cada tormenta, la realidad de ellos vuelve a su
quietud, como la nuestra, que luego de ver teatro del más intenso, nos vamos
pensando cómo será la vida de estos alineados enamorados por separado, y sobre
todo, en cada azaroso encuentro.
Por Mariano
Casas Di Nardo
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