Lo único que podía motivar a ver una obra que ya su nombre
no es claro, era la presencia de Yoska Lázaro como autor y director. Como ese
seguro de calidad al que uno se aferra cuando se lanza a la aventura de ver una
obra de teatro. Porque piezas teatrales, uno a lo largo de su vida ve muchas,
pero recordar con vehemencia alguna, pocas, por no decir ninguna. Y “Vago”, su
creación anterior ya tiene un lugar en el Olimpo de las inolvidables. Entonces
la lógica nos decía, que de una obra a la otra, no podía bajar su nivel, sino
subirlo. Y tal cual, porque “Un grito sobre una pieza menor” es un acierto desde
donde se la evalúe.
Los primeros tres segundos de obra, inquietan; pero no por
lo atrevido, sino porque uno cree estar frente a lo básico del teatro
independiente deprimente, que se nutre de una lamparita, una silla y textos
inentendibles. La voz en off de Alejandro Apo despabila, pero lo visual
empobrece. Claro, el “actor” (así de impersonales son los personajes), creación
del exacto Marcelo Saltal comienza a hablar y nos sopapea sin previo aviso. Y
de ahí, una catarata de indirectas y directas sobre el universo del intérprete,
del crítico, de los teatros, del público y demás. Un texto alucinógeno que hace
reír y lagrimear por igual, depende el vínculo que se tenga con lo que se está
diciendo. Acompañan Federico Minervini como “otro actor” y Pablo Barletta,
quien cierra el tridente.
La escenografía es minimalista. Un par de luces, tres
tarimas con diferentes alturas y un banco detrás. La iluminación varía según la
importancia del protagonista, aunque ninguno sale de escena cuando otro habla.
Una relación centrífuga entre actores y personajes de obras, que se debaten entre
el arte y la realidad. Para enmarcar en un cuadro dos momentos, el de la
dicotomía de uno de los personajes que reflexiona entre su oficio y su pasión;
y en el tácito mea culpa de quien lee una crítica donde no figura. Pinceladas que demuestran que todas las personas que figuran en los créditos del
programa de mano, saben lo que están haciendo; liderados por el enorme Yoska
Lázaro, que incluso siendo español, ya es un referente del teatro argentino.
“No te vayas nunca” lo podríamos gritar; pero está bien, puede hacer lo que
quiera, porque ya nos regaló “Vago” y “Un grito sobre una pieza menor”. No hay
que ser egoísta.
“Un grito sobre una pieza menor” es tan triste como
divertida y hace reír con la misma intensidad que puede hacer llorar. Porque es
la verdad. Difícil para quien se reconoce, exagerada para quien no. Tres
actores que procesan sus propios miedos, demuestran sus miserias y se
psicoanalizan en vivo. Nunca terminarán la obra de la misma forma en que la
comenzaron, como ninguno de los espectadores puede salir lúcido de semejante
hervidero de pulsiones. Porque Yoska se encargó de repartir piñas y caricias
durante los cincuenta y cinco minutos de duración. Algunos podrán irse
deprimidos, otros, como quien escribe, con ganas de darle un gran abrazo por la
maravillosa obra de teatro que acababa de brindar.
Por Mariano Casas Di Nardo
No hay comentarios:
Publicar un comentario