Una de las
cuestiones que juegan a favor del teatro comercial, por catalogarlo de alguna
forma, es que el público entra en sintonía con sus actores de inmediato. Y así
se evita desilusiones inesperadas que entorpecen el correcto progresar de la
trama. Como el amor a primera vista que genera que todo lo que siga, sea de
estadios superiores. Por el contrario, si uno no simpatiza con sus
protagonistas, ni siquiera compra la entrada. “¿Quién es el Sr. Schmitt?” se rige bajo esta simple ecuación. De
gustarnos Gabriel Goity y Laura Oliva, seguramente disfrutaremos de una comedia
dramática como pocas veces.
El texto del
francés Sébastien
Thiéry trata sobre la identidad, la locura, la monotonía, los aires
de grandeza y la rigidez familiar. Temas contundentes que bajo la dirección de
Javier Daulte, toman una amplificación desmedida con tintes de comedia, aunque
a contraluz sintamos el drama que se entreteje. Y tan sutil es la línea que
separa al gag visual del apocalipsis,
que el final nos derrumbará todo lo que intentamos construir con sus indicios.
Fiel a sus
recursos escénicos, Daulte sigue construyendo espacios inmensos con mínimos
elementos, manejando distancias entre sus actores que denotan tanto la
indiferencia como la complicidad. Todo un marco que aprovechan Gabriel Goity,
Laura Oliva y Carlos Defeo, para con pocos movimientos y exactos gestos,
destacarse en cada incursión. Los otros puntos fuertes de la obra, son
inherentes a un texto que nos lleva por todos los caminos de nuestra historia.
Con estética
de comedia desopilante, “¿Quién es el
Sr. Schmitt?” se convierte en una atractiva propuesta para los que
disfrutan del teatro que nos hace trabajar la mente. Que nos obliga a suponer,
a inferir y posteriormente a debatir. Para ir en compañía.
Por Mariano
Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo
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