Existen muchas clases de teatro. En primera instancia: los comerciales, los independientes y Los Modernos. Después están los dramas, las comedias, las tragedias, los infantiles, los monólogos y Los Modernos. A su vez, estos relatos pueden ser progresivos, fragmentados o como lo hacen Los Modernos. Y una vez aclarado el rubro, aprovechar la verborragia discursiva, los silencios expectantes o lo de Los Modernos. Porque ellos son un concepto en sí mismos. Tan inclasificables como geniales.
Entonces esclarezcamos la situación. Alejandro Orlando (cordobés) y Pedro Paiva (uruguayo) hacen humor. Y a partir de esa base, deliran. Vestidos con elegantes sacos, camisas blancas y polleras negras, los únicos dos protagonistas, teorizan. Sin recurrir a lugares comunes ni a las groserías ni a lo cotidiano del ser humano. Toman el diccionario y desde la metamorfosis de la palabra, disparan un sinfín de tramas. Algunas quedan en la nada siendo sólo ironías del lenguaje, y otra dan pie a otras afirmaciones suicidas. Por momento son cíclicas, por momentos tangenciales o simplemente, se van por las ramas.
Los Modernos son dos monologuistas que al unísono o intercalados, relatan pareceres de nuestra idiosincrasia. Filosofean, interpretan y psicoanalizan la realidad. Sus experiencias no cuentan, todo para ser a priori. Y cuando la razón está en jaque, recurren a “Fo”, el filoso, quien despeja toda duda y le da nombre a su espectáculo.
Puede decirse que hacen humor inteligente o hacen juegos de palabras que parodian los teoremas de la existencia. O también decirse que están locos. Que ni ellos saben lo que hacen durante la hora y cuarenta que hablan sin parar. Pero son divertidos. Para disfrutarlos y recomendarlos. De lo mejor de la cartelera porteña actual.
Por Mariano Casas Di Nardo
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