La pregunta es filosófica y tiene tantas respuestas como pareceres. ¿Qué es el amor? ¿Qué es la belleza? El amor tiene infinidad de formas y todas son reales, podría decirse. Una sensación autónoma que aparece y desaparece sin intervenciones de la razón humana. Y la belleza es tan virtual y abstracta, que no podría definirse, sin caer en lugares comunes o equivocaciones. Que lo estético, que lo armonioso… Todos juicios erróneos.
De la otra vereda de la objetividad y desafiando los parámetros del interés, el amor llega, revoluciona y vive eternamente. Y si muere, ya no es amor, entrando en un conflicto y en una dialéctica cíclica. Del Amor o El Banquete son todas estas sentencias y más. Para irse pensando sobre el corazón y sus azares.
¿Puede el amor ser el mismo entre dos jóvenes bellos y contemporáneos, que el que pueda sentir una prostituta por su empleador? ¿Puede ser la misma sensación de alegría si hablamos de un travesti para con su pareja mujer, que si abordamos la mente de una bella, sinuosa y ardiente mujer, con su marido entrado en años y en excesos? Para la mente de Darío Portugal Pasache y Lucía Pansera sí; y lo exponen y lo desmenuzan para que el espectador saque sus propias conclusiones.
Del Amor o El Banquete no rotula ni etiqueta. Desnuda. Inclinando hacia el lado de las perversiones. Pero ¿qué es la perversión?... y entonces de nuevo entramos en un debate estéril y difícil de concluir.
Encabezados por el histrionismo de Alejandro Stordeaur y Fernando Iglesias, más el erotismo que imprime su reparto, la obra apunta directo a la reflexión y a la apertura mental. A entender que el amor está más allá de los cánones que nos muestran las novelas o los estamentos sociales de las buenas costumbres. Para volver a empezar, con la experiencia de que el amor puede sentirse de formas inimaginables, y no por ello, ser falsas.
Por Mariano Casas Di Nardo
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