sábado, 8 de febrero de 2014

Casi Normales



Algo es definitivo, si la vida se viviese cantando o bajo la estética de los musicales, todo sería mucho más pasional y absoluto. El dolor un abismo infinito y la alegría, un mar donde chapotearíamos como niños. Porque esos personajes sobre el escenario del Tabarís, viven del modo que todos quisiéramos. O qué mejor que declararle el amor a nuestra pareja de forma cantada y bailada, o llorar la desgracia con nuestra propia banda de sonido y ejecutada por nosotros mismos. Claro que, sin el talento ni el histrionismo de sus seis protagonistas, pero seguro, con similar magia.

Hay que entender algo, disfrutaremos de una maravillosa obra de teatro, pero sufriremos un estremecedor libro, el cual nos llevará por diferentes sensaciones. A cada uno de los personajes los amaremos y odiaremos con la misma intensidad, con diferencia de segundos. Y sentiremos que a veces la angustia, perversamente se goza. Nada de lo que veremos puede gustarnos, pero aun así, algo nos encantará.

La historia es importante, claro; pero la clave está en sus intérpretes. Y que Mariano Chiesa comparta escenas con Laura Conforte ya justifica todo. Con ellos como protagonistas, lo que pueda decirse o escribirse, es una verdad de Perogrullo. La escena del médico rockstar, es un fotograma indeleble en la cabeza de cualquier espectador. Superador a sus propias personas, como el gol de Maradona a los ingleses, la piña de Monzón a Nino Benvenuti, el papel de Sean Penn en Mi nombre es Sam o el de Tom Hanks en Forrest Gump. Hay que sumarle a ellos dos, las precisas actuaciones de Fernando Dente y Manuela del Campo –de increíbles voces–, quienes le ponen un poco de color y alegría a tanto desconsuelo. 

Párrafo aparte para Martín Ruiz, el padre, quien le imprime hipocresía a todo, aunque su locura se devela en la desbordada “Está todo bien”, cuando vomita su nublada realidad. Y por último, Gabriel, el hijo en cuestión; personificado por un impecable Matías Mayer, a quien detestamos y compadecemos casi al unísono.

Sobre un escenario milimétricamente diseñado para esta puesta, los diferentes niveles de esta familia marca el termómetro de sus corazones. Los duelos entre el cielo y el infierno, son devastadores, sobre todo cuando de un lado se encuentra la madre (Laura Conforte es Diana) y del otro su hijo.

Con escenas memorables, una trama que nos hunde en el dolor y actuaciones casi perfectas (la de Chiesa lo es), la obra progresa, mientras nosotros nos consumimos. Resumiendo, Casi Normales es teatro de lujo para los amantes de los musicales, y la obra ideal para aquellos que quieran ver cómo es eso de cantar una historia.

Por Mariano Casas Di Nardo
@MCasasDiNardo

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