Pablo Novak y Roberto Antier con su show Una que sepamos todos (Un tributo a Gachi Ferrari), nos invitan a un paseo retro para destacar aquellas cosas que por cuestiones del tiempo y de los avances tecnológicos, quedaron en el pasado y que hoy solo permanecen en nuestro recuerdo o en alguna foto sacada con la Kodak de rollo. Pero para no ser todo tan vetusto y añejo con ese dejo de naftalina que agobia, este siniestro dúo, decora toda nostalgia con acertadas e inolvidables canciones de Los Beatles, Billy Joel y Sui Generis, entre muchos otros.
Al unísono por momentos o intercalados entre monologo y monologo, sus protagonistas no escapan ni por un segundo del humor. Y ya sea en autoreferencia o para describir toda una época, siempre hacen del humor, un bálsamo para que todo termine con una sonrisa. El derrape, está a cargo de Pablo Novak cuando interpreta con melodía de la canción Carta de un león a otro, la historia de un preservativo que reconoce su complicada y desprestigiada vida. Luego, a modo de dúo tanguero, Novak y Antier, cuentan la historia de un asado que involucra al firmamento de estrellas de nuestra farándula dentro de la sintaxis, con seguridad, lo más logrado de un show que sin fisura y menos pretensiones, divierte constantemente las dos horas de duración.
Pero en este fogón, entre exclusivo y ameno, hay lugar para los amigos. La idea debe ser finalizar cada velada con la participación de amigos, los cuales le dan su toque de distinción al epílogo. En esta oportunidad, Amelita Baltar, Donald y Alejandro Giordano, bajista de Banana Pueyrredón, le agregaron el plus de aquellos artistas atemporales, que suenan cálidos en todo contexto; mientras el colorido lo dio Silvina Bosco, quien descalza, al mejor estilo Marikena Monti, entonó el himno "Los Mareados". Claro está, todo lo descripto en este último párrafo, difícilmente pueda repetirse, pero hace de regla general para todas las funciones, a pesar de que sean distintos los invitados.
Una que sepamos todos alegra el corazón porque tiene todo lo necesario para pasarlo bien: humor, nostalgia alegre, música del recuerdo y lugares comunes que unen al público. Y todo eso se siente en los aplausos intermedios y sobre todo en el del final. Lamentablemente el show termina, porque de no estar en Clásica y Moderna, sino en un living cualquiera, se extendería hasta altísimas horas de la madrugada. Porque historias en común y canciones para cantar, todos siempre tenemos una más. Un aplauso para estos dos actores y músicos, que de la galera, sacan un contundente y acertadísimo show.
Por Mariano Casas Di Nardo.
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