
Pero qué sería del tango, si de fondo no hay una pareja que dibuje en el piso su ritmo. Y allí emergen las figuras de Veronica Pérez y Emilio Benavente para ponerle belleza, firuletes, piernas y ese compás tan erótico como sensual. Termina de configurar este engranaje casi de relojería suiza, la guitarra de Martin Sotelo, músico en vivo, que da las coordenadas para el lucimiento ajeno. El libro y la dirección es cuenta de Rosario Zubeldia, seguramente una apasionada del tango, percepción que se presume por la exacta puesta en escena.
Un show recomendable, donde el espectador reconocerá de principio a fin, la esencia del tango.
Por Mariano Casas Di Nardo