lunes, 29 de julio de 2013

Había una vez un cuento desordenado



Caperucita Roja robándole el Príncipe Valiente a Blancanieves bien podría ser el inicio de cualquier interesante obra. Sin embargo, es el adorable epílogo de este infantil que de principio a fin logra su cometido, el de capturar la atención de grandes y chicos. Porque lo absurdo de lo que va sucediendo obliga a estar atento. Todo puede pasar en un cuento donde el hilo conductor está completamente deshilachado y los personajes más famosos, no solo olvidaron su libreto, sino que intentan imponer sus voluntades en fábulas ajenas.

Había una vez un cuento desordenado, trata sobre un mágico libro que contiene las historias más importantes de la literatura infantil. Quien altere su orden, hará virar lo escrito y quien lo lea, viajará por esas aventuras junto a sus protagonistas. Y son Luciano y Belén, quienes desobediendo las instrucciones de su abuela, se pierden en un bosque encantado cual reino del revés. Una vez en él, ya nada es como lo pensaron y tendrán que poner todo de sí, para enderezar el rumbo de una nave que no va hacia ningún lugar.

Muchos son los pilares sobre los cuales se basa el éxito de la obra escrita y dirigida por el dúo Gastón Olivera y Silvia Tommarello. Y a lo inédito de su libro, hay que sumarle la acertada selección de personajes y el andar de los mismos. Un vestuario acorde a la puesta y una iluminación precisa, son el marco ideal para que se luzca la original música de Tommarello. Todos detalles que demuestran que no se subestima en ningún momento la idea primera.

Irrumpen Juan José Barocelli en su papel de Luciano y Mariángeles Gagliano como Belén y todo será llevadero gracias a la naturalidad con la que actúan. Se cuela entre ellos, la belleza y presencia de Vanina Balena como Blancanieves y la ingenuidad y simpatía de Fernando Rodríguez Dabove como el Príncipe Valiente. Y aunque la intensidad no baje en ningún momento, son las participaciones de la bruja de la manzana envenenada, las que eleva la obra a un nivel superlativo dentro su género. 

Había una vez un cuento desordenado es la excelencia del teatro infantil. Producción, guión, musicalización y actuación alistados de forma sincera, para divertir a los más chiquitos y a los padres, que por rebote, disfrutan por igual. Y ya nada será como nos habían contado una y otra vez, tanto el inmortal Walt, como los otros autores universales.

Por Mariano Casas Di Nardo

domingo, 28 de julio de 2013

¡Imagina Imaginador!



Muchas veces, menos es más. Y sobre todo cuando se apunta a los niños. En ¡Imagina Imaginador!, Susana Di Gerónimo plantea una historia que apunta directamente a los más pequeños, con íconos indelebles de fácil reconocimiento. Títeres, payasos, magos, soldados y tal vez los dos personajes de cuentos más emblemáticos de todos los tiempos, como Pinocho y Caperucita Roja. Todos ellos, más una bailarina extraviada de una cajita musical, contarán la historia de juguetes que van tomando vida por la noche. A su vez, la parodia de la maestra y sus dos alienados alumnos en la clase de música, se convierte en lo más logrado de toda la obra.

Lo acertado de la propuesta reside en el irrompible vínculo inicial que se genera con la platea. Entonces se puede prescindir de esclarecedoras escenografías o de explicaciones a priori. Solo un correcto manejo del código infantil, para que los niños entren en ese mundo sin siquiera pensarlo. Y así, a sus protagonistas les resulta todo mucho más sencillo.

La historia comienza con la sorprendente voz de Laura Contino, quien será la que le pondrá siempre su registro a todas las canciones, a lo que se le va agregando Mariano Reynaga como el armador de juego y las precisas participaciones de Emiliano Martínez, quien protagoniza los diálogos y situaciones más divertidas.

Recomendado para chicos de entre dos y ocho años, ¡Imagina Imaginador! se convierte en una de las propuestas más efectivas para los niños que encuentren en el teatro un entretenimiento real.
   
Una hora donde se pasa por todos los estados de la niñez, con canciones que apuntan a la emoción y a la reflexión, aunque sus tres protagonistas no paren de robarse las sonrisas de los más chiquitos. 

Por Mariano Casas Di Nardo